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DON BOSCO – HOMBRE DE ESPERANZA

Como preparación para el segundo día del Triduo en honor de San Juan Bosco (20:00 h – Iglesia Santuario de María Auxiliadora) hoy revisaremos a Don Bosco como hombre de esperanza.
Hombre de esperanza 
Don Bosco tuvo muchos motivos para desalentarse y perder la esperanza. De pequeño tuvo dificultades en la familia (pobreza, orfandad, postura del hermanastro Antonio, tiene que abandonar el hogar y ponerse a trabajar) y en el estudio (va retrasado para su edad, se ríen de él…). En los inicios de su apostolado, la marquesa Barolo lo despide y lo abandona. Además, los colaboradores lo dejan solo en varias ocasiones, las autoridades le amenazan y le vigilan; los superiores subalternos de la Residencia sacerdotal no veían con buenos ojos sus apostolados, lo miraban con frialdad y sólo lo toleraban; algunos sacerdotes opinaban que dejaba mal a la clase sacerdotal; los párrocos estaban descontentos de que se lleve a los chicos de sus parroquias y otros opinan que se ha vuelto loco y lo quieren encerrar. La gente murmuraba: que era peligroso, que educaba mal a los muchachos, que era jefe de una banda de malhechores, que volvía perezosos a los jóvenes, que los sustraía a la obediencia de sus padres, que los acostumbraba a una vida independiente, que podía hacer una revolución, etc.
Además de su salud, delicada, es objeto de atentados mortales. Por otro lado su labor se ve seriamente obstaculizada ya que algunos colaboradores, en 1848, le quitan a los chicos mayores y siembran calumnias contra él. Los empresarios quisieron comprar a sus mejores colaboradores y eliminar su Oratorio. Los miembros de la secta de los valdenses se apostaban en los caminos que llevaban al Oratorio y prometían unas monedas a los chicos que dejaran a Don Bosco y se fueran con ellos. Grupos de jóvenes se ponían a bailar y gritar delante del Oratorio durante las funciones religiosas, apedreaban la puerta y el patio. Cuando transitaba por la calle era insultado; una pandilla de jovenzuelos le puso un mote injurioso y lo repetían a coro cuando él pasaba. Incluso esparcían porquería por donde debía pasar al anochecer.
Sufrió ingratitud, insubordinación, insultos, amenazas por parte de los mismos jóvenes del Oratorio de Vanchiglia; insultos y rechazos cuando iba a pedir caridad para sus muchachos. Contratiempos y dificultades en la construcción de los edificios. Dificultades y problemas en la fundación de la Congregación. Dificultades y malentendidos en las relaciones con Mons. Gastaldi. Por último, el demonio no le dejaba dormir durante algunas temporadas.
Sin embargo, en medio de tantas dificultades y problemas Don Bosco no perdió nunca la esperanza ya que confiaba en Dios y en los hombres. Sin embargo esta confianza no eliminaba el esfuerzo humano que había que realizar para lograr los objetivos establecidos. Revisando la vida de Don Bosco queda clara que la fuente de tan gran confianza era su excelsa vida interior.
Don Bosco acostumbraba, antes de tomar una decisión, colocar en primer lugar la gloria de Dios y la salvación de las almas y después calculaba si, con lo que se le ofrecía, podría conseguir su noble propósito. Rogaba a Dios que le iluminara y, al mismo tiempo, pedía consejo a personas doctas y piadosas. Cuando estaba moralmente cierto de que su proyecto era del agrado del Señor, se resolvía a realizarlo. Esta fue su norma durante toda su vida. No se dejaba vencer en medio de las contrariedades, ni por miedo, ni por el fastidio; y escribía, visitaba, buscaba recomendaciones, realizaba con constancia heroica cuanto fuera necesario para superar las dificultades. Así se condujo en miles de circunstancias difíciles y le veremos practicar siempre la máxima de san Ignacio. “Hacer de nuestra parte todo lo posible, como si Dios no tuviera que intervenir, y contar con Dios, como si nada hiciéramos por nuestra parte”.
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